jueves, 3 de noviembre de 2011

Calaveritas literarias

                                        Mi amigo el guitarrista y la flaca.
 Estaba mi amigo tocando la guitarra,
mientras agua tomaba de una jarra.
Después mira su agujeta,
que ya no estaba sujeta.

 Amarrarla flojera le daba,
por eso el solo deseaba,
que alguien le ayudara,
mientras cantaba.

 Se recosto sobre su cabello,
mirando el paisaje que era muy bello.
No sabia quien lo esperaba,
pero la flaca ahí estaba.


 Con sus tacones y su sombrero,
su vestido entero.
A mi amigo su hora le había llegado,
y no se lo había esperado.

La flaca sonriente miró,
y su huesudo brazo estiró.
Con un dedo señaló,
y amenazante habló.

"Vámonos mi guitarrista,
no necesitas estilista.
Allá abajo hay una fiesta,
y hasta una orquesta".

 Mi amigo asustado quedó,
de su cama saltó,
y una acelerada carrera comenzó.

                                           ¡Huesuda no te comas al gordito! 
 Estaba un pobre gordito,
comiendo un rico panecito.
El gordito masticaba y masticaba,
la comida le encantaba.

 De pronto en el amor pensó,
la idea lo cansó,
pero luego un rico pavo percibió,
asombrado lo miró.

 Cuando por fin se acercó,
en su espalda un cosquilleo presintió,
y después se la rascó,
molesto volteó.

 A la huesuda se encontró,
y el pánico a su cuerpo entró.
La huesuda su esqueletico dedo chupaba,
un delicioso sabor le encontraba.

 El gordito al saber su plan,
ya ni quiso comer pan.
Corrió y corrió,
pero solo dos metros alcanzó.

 La huesuda lo atrapó,
y con salsa lo embarró,
en una tortilla lo enrolló,
y completito se lo saboreó.



                                                   

miércoles, 5 de octubre de 2011

Acoso en su propio hogar


   Jennifer era una mujer  joven de veintiséis años. La cual vivía en un pequeño departamento en la ciudad de Michigan. Llevaba solamente un año viviendo en ese departamento y trabajaba como secretaria en una oficina que se encargaba de hacer contratos financieros. Jennifer tenía un novio llamado Brian  y ambos eran muy unidos y se querían como ninguna otra pareja. Ella era una chica amigable que prefería platicar antes de comenzar una pelea, aunque muchas personas no apreciaban eso.
   La vida de Jennifer parecía marchar bien, hasta cierto diez de Junio cuando todas las cosas comenzaron a cambiar. Jennifer se encontraba muy tranquila en su casa, viendo la televisión mientras descansaba de un arduo día de trabajo. Tenía un tazón de palomitas sobre sus piernas y tomaba pequeños montones de él con la mano derecha mientras que con la izquierda sostenía el tazón. Todo en su casa estaba muy tranquilo y no parecía existir ningún problema hasta que el teléfono sonó.
-¿Bueno?-contestó ella con el auricular en su oído.
-¿Qué tal preciosa?-se escuchó una voz masculina del otro lado de la línea.
-¿Quién es?-preguntó Jennifer confundida.
-No voy a revelarte eso pero algo sí te puedo decir. Te llamaré todos los días desde las siete de la mañana, lo haré por lo menos una vez al día, sin falta y con esto te torturaré-dijo amenazante la misma voz.
   Jennifer no podía reconocer la voz pero por alguna extraña razón aquella frase la había hecho temblar de pavor y por eso en seguida colgó. Quiso tranquilizarse creyendo que era una broma y por eso no informó a nadie sobre esa extraña llamada y decidió continuar con su vida de la misma forma sin preocuparse por nada. Pero al día siguiente, exactamente a las siete de la mañana el teléfono sonó e hizo que ella despertara.
-¿Sí?-habló cansada Jennifer.
-Buenos días, hermosa. ¿Cómo amaneciste?-era la misma voz del día anterior.
-Oiga, deje de hacer bromas. Esta situación no es nada agradable-ella reclamó enojada.
-Guárdate eso para después, hermosa-exclamó la voz mientras se reía y al terminar esto colgó.
-Oiga, oiga-intentó encontrar respuesta pero era obvio que ya habían colgado.
   Por segunda vez Jennifer no dijo nada y  volvió a recostarse en su cama cubriéndose la cara con la cobija para evitar que la luz del Sol la molestara. No tenía nada por lo cual preocuparse porque era Sábado y no debía ir a trabajar. Pasaron las horas y dieron las nueve en punto, entonces volvió a sonar el teléfono.
-¿Bueno?-contestó Jennifer.
-Otra vez yo, preciosa-esa insoportable voz de nuevo.
-¡Ya déjeme!-reclamó Jennifer y azotó el teléfono.
   Este asunto comenzaba a ser aterrador para Jennifer porque las llamadas siguieron a lo largo del día nueve veces más. El celular de Jennifer sonó y ella confiada contestó:
-¿Hola?
-Cariño, qué ingenua eres. Por cierto también estoy en tú celular-la misma voz de las llamadas.
   Jennifer no quiso contestar las otras llamadas que se escucharon en su casa y estaba aterrada. El timbre de su departamento sonó y ella se acerco a abrir la puerta pero antes quiso asegurarse de que fuera alguien que ella conociera y para eso miró por un pequeño agujero en la puerta que tenía un cristal y se podía ver el pasillo y ahí frente a su puerta estaba Brian. Al momento de ver Brian frente a su puerta ella se sintió tranquila y abrió la puerta velozmente para abalanzársele mientras le daba un abrazo llorando.
-Brian, Brian. Cuanto agradezco que estés aquí-exclamó Jennifer.

-Jenny, ¿qué sucede?-preguntó Brian confundido al ver a su novia en tal estado.
   Jennifer pensó que era mejor contarle  sobre las extrañas llamadas a su novio y así lo hizo. Mientras tanto, Brian se sentía impotente al no saber cómo proteger a su novia, a la persona que amaba locamente y por eso decidió que desde aquel día él sería el detective que Jennifer necesitaba y se aseguraría de encontrar al culpable.
-Jenny, yo voy a ayudarte porque lo mereces-dijo Brian con tono muy seguro.
-Brian, gracias, muchas gracias en verdad-dijo Jennifer mientras abrazaba fuertemente a Brian.
   Pasaron los días y como el acosador había prometido, llamaba todos los días desde las siete de la mañana y sus llamadas no paraban hasta que era de noche. Jennifer ya había intentado cambiar los números telefónicos de su celular y teléfono de su casa pero aún así nada cambió. Las llamadas continuaban, no había un solo día sin estas.
   Una semana de vacaciones llegó y para esa semana Jennifer y Brian decidieron ir de vacaciones a Florida para poder olvidarse un poco de todos los conflictos. Pasó simplemente un día en el cual Jennifer estuvo tranquila pero al día siguiente, el teléfono de la habitación de su hotel sonó y ella contestó. Brian se puso atento.
-¿Sí?-contestó Jennifer.
-¿Creíste que yéndote a otra parte escaparías de mí?-era la misma voz de siempre -estoy muy cerca de ti, más de lo que puedas imaginar.
   Jennifer se quedó callada y se notaba nerviosa, por eso Brian se acercó a ella y le quitó el teléfono para poder contestar y por fin escuchar esa voz  que había atormentado a Jennifer durante mucho tiempo.
-Preciosa, ¿dónde estás?-dijo la voz.
-¿Quién eres?-preguntó Brian cuando sintió que conocía esa voz.
   La llamada se cortó, pero esas palabras le sirvieron a Brian para poder comenzar su investigación y enterarse de quien era el culpable. Por un largo rato intento relacionar esa voz con la de alguno de sus conocidos pero no pudo relacionarlo con ninguno así que tuvo que intentar relacionarlo con otras personas que conociera pero que no hablaran mucho con ellos y empezó por los compañeros de su escuela. Pasaron aproximadamente cuatro meses y en todos los días de esos meses las llamadas continuaron. No querían llamar a la policía porque el acosador había amenazado a Jennifer y ella no estaba dispuesta a correr ese riesgo.
   Un año pasó y Brian no lograba saber quién era el culpable. Sin embargo, ya había encontrado pruebas como un par de gafas en el buzón de Jennifer, una carta escrita a mano bajo la puerta de la casa de Jennifer y también había podido localizar un número telefónico en el localizador de llamadas. A pesar de esto ninguna voz cuadraba con el sonido de la voz del acosador hasta un día en el que se puso a hablar con un chico llamado Michael. Michael era el chico más silencioso del grupo de Jennifer y Brian pero no parecía tener alguna relación con el acosador aunque la voz era parecida.  Brian quiso asegurarse de eso.
 -Oye amigo. ¿Podría ir a tu casa?-preguntó Brian como si conociera a Michael mucho tiempo atrás.
-Sí-contestó Brian a modo de susurro.
   Aunque Michael fuera serio, había algo en él que no convencía a Brian lo suficiente. Por eso quería ir a su casa. Un viernes Brian y Michael se dirigieron a la casa de Michael mientras que él se notaba nervioso y entrelazaba sus dedos temerosamente. Brian sabía que Michael tenía algo que ver con el acosador de Jennifer  y estaba decidido a descubrirlo. Llegaron por fin a un edificio que resultaba ser el mismo de Jennifer y las sospechas de Brian se incrementaron. Subieron por el elevado y por fin un piso antes que el de Jennifer se detuvo, ambos muchachos salieron del elevador  y caminaron por el pasillo hasta llegar a estar frente a la puerta del departamento cincuenta y seis. Michael sacó un llavero con muchas llaves unidas a él de su bolsillo y eligió una llave con la cual abrió la puerta del departamento.
   El interior del departamento parecía muy normal, como cualquier otro departamento de un adolescente que ya estudia la carrera. Pero a veces la verdad se encuentra demasiado oculta. Brian dio un paseo por todo el departamento para ver si había alguna prueba de que él fuera  el acosador. Michael fue al baño por eso Brian aprovecho para buscar pruebas en su cuarto y sorprendentemente en uno de sus cajones encontró la foto de Jennifer con muchos datos sobre ella escritos por detrás y además la letra era la misma que la de la carta y también se dio cuenta de que Michael usaba lentes. No necesitaba más pruebas en esos instantes Brian sintió que Michael era el acosador y se fue con la foto lo más rápido que pudo.
  Brian se fue directamente al departamento de Jennifer para enseñarle la foto y así poder  llamar a la policía y acabar con ese sufrimiento que ella tenía que llevar sobre su espalda por un muy largo rato. Llegó por fin a estar frente a la puerta del departamento de Jennifer y tocó el timbre. Ella lo vio ahí frente a su puerta y por eso le abrió la puerta. Brian se notaba emocionado y al mismo tiempo parecía estar orgulloso de sí mismo.
-¡Jenny, Jenny!-gritó alegre Brian.
-¿Qué sucede, Brian?-preguntó angustiada Jennifer.
-¡Ya sé quién es el acosador!-exclamó Brian.
-¿En serio?-preguntó emocionada Jennifer.
-Sí.
-¿Quién es?
-Michael.
-¿Michael? ¿El más serio del grupo?
-Así es.
-¿Qué hacemos entonces?
-Llamemos a la policía.
   Un rato después la policía llegó y detuvieron a Michael mientras que Jennifer y Brian se dirigieron a declarar. Brian se llevó las pruebas para tener algo a su favor. Después de una enorme serie de arreglos jurídicos por fin se sentenció culpable a Michael y como castigo le dieron más de veintitrés años de cárcel. Jennifer y Brian se sintieron libres.
   
  

Bienvenidos

Hola, que tal este es un blog en el cual podran encontrar leer mis escritos y si gustan comentar y preguntar cosas acerca de diferentes temas. Espero que lo disfruten como yo y así puedan compartir conmigo ideas y opiniones.
 Que lo disfruten